¡Somos Kideo!
Andu Carvajal y Toñi Humanes. Y viceversa. Aquí el orden de los factores no altera el producto. Equipo bien avenido. Padres de A, nuestra tester, creativos en potencia y emprendedores post pandemia. ¿Eso cuenta como aval? ¡Tal cual!
Andu es el ideológo y el que materializa las piezas, los recursos. Tiene un taller de carpintería propio desde 2008.
Toñi es Educadora Social , experta en educación emocional desde hace 4 años.
Ahora ya vais entendiendo un poco todo.
Ambos somos padre y madre de nuestra tester, (A) Abigail, nuestra hija, desde 2017. La inspiración de este proyecto y el motor de creación de Kideo aprendizaje creativo.
¿Cómo y cuándo empezó todo?
En abril de ese año. 2017. Cuando supimos que íbamos a ser padres. Pero también ahí mismo llegaron los miedos, las dudas, la incertidumbre, el pánico, la responsabilidad … qué difícil todo …
Pero … no hubo mal que por bien no viniera. Toñi tuvo un embarazo de alto riesgo, así que aprovechó para leer, leer y estudiar y aprender. La curiosidad nos abordó. Y al contrario. Leímos sobre María Montessori, Waldorf, Emilia Reggio, Freinet, Doman, Kumon, pedagogías alternativas, activas, movimiento libre, BLW, apego seguro, disciplina positiva, lenguaje positivo, crianza respetuosa, porteo, lactancia materna, matronatación, colecho, educación emocional, neurociencia … de todo.
Valoramos esta nueva filosofía educacional. Y eso había que ponerlo en práctica. Todas estas pedagogías, por así llamarlas, las empezamos a llevar a cabo cuando nació nuestra hija, incluso casi que antes: al elegir la cuna de colecho, sistema de porteo seguro, cambiamos nuestro lenguaje y nuestra forma de comunicación, desde la empatía, el respeto y la asertividad.
A medida que nuestra A iba creciendo íbamos introduciendo “cosas” de cada pedagogía según la etapa evolutiva de ella y a día de hoy, a sus tres años de vida, podemos afirmar que todas y cada una de ellas han tenido unos beneficios espectaculares en su crianza y desarrollo.
Lo primero que construimos fue la cuna de colecho con mucho mimo y cuidado para cuando nuestra hija llegará; dicho sea de paso, nos ha sido de gran ayuda los primeros meses de vida.
Al año más o menos de su llegada, fabricamos (bueno, Andu) la torre de aprendizaje, cuando A se quedaba de pie, y a través de ella disfrutaba en la cocina, tan pequeña, colaborando con nosotras, se sentía importante, querida, necesaria y esas cualidades hacen que una persona crezca de manera sana y su cerebro se desarrolle saludablemente.
Conforme iba adquiriendo autonomía ella arrastraba su torre de aprendizaje a todas las estancias de la casa donde sabía que la necesitaría. Aprendió muy pronto a lavarse sus manos, asearse, peinarse por sí sola o lavarse sus dientes; hábito que tanto nos cuesta enseñar y a nuestros hijos adquirir.
Cuando ya caminaba de forma estable fabricamos la tabla curva de equilibrio y bueno… desde entonces la usa a diario, de todas formas y para todo lo que se imagina. Nuestra tabla curva de equilibrio ha pasado por ser: una cuna para dormir su siesta, leernos cuentos, hasta por ser un barco pirata en medio del mar que rescata a las sirenas y sirenos de la isla soñada, la muralla de un castillo encantado donde vivía una princesa y su dragona, hasta un tobogán para resbalarse en pleno confinamiento.
También le hicimos puzzles de madera con formas geométricas, percheros a su altura, estanterías Montessori, librerías Montessori y otros recursos que facilitan la autonomía e independencia de nuestra hija. Y sí, la casa está adaptada a ella.
Por ello, después de poder comprobar todos los beneficios que estos recursos educativos aportaban a A decidimos mejorarlos y comercializarlos para poder colaborar y aportar nuestra experiencia a la crianza y educación de otras familias y que ellas mismas puedan comprobar lo que nosotros estamos experimentando.
Hasta aquí, colorín. La historia no ha acabado … acaba de empezar.
Nuestros productos cuentan con las certificaciónes
